Vinos y museos de altura

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Entre los variados atractivos turísticos que tiene Salta se pueden destacar sus bodegas y también sus museos, con impronta propia y única en Argentina. Constituyen una excelente opción a la hora de visitar la norteña provincia, plagada de fantásticos paisajes y un clima que invita con su calor a realizar múltiples excursiones.

A 190 kilómetros de la ciudad capital se encuentra el pueblo de Cafayate, allí una veintena de bodegas embellecen sus tierras con sus viñedos, la mayoría ubicadas junto al pueblo, puerta de entrada a los valles Calchaquíes. La estrella de la zona es el vino Torrontés, cuya variedad en esta región logra la mejor performance, con aromas excepcionales. No obstante también se producen buenos Malbec, Cabernet Sauvignon y Tannat.

Hace pocos años se inauguro allí el museo de la Vid y el Vino con la mejor tecnología. Se trata de un espacio “vivo”, pleno de estímulos visuales y sonoros, interactivo y entretenido, creado como un ámbito que promueve el conocimiento y exalta los sentidos. Está integrado a la Ruta del Vino de Salta, una propuesta que permite visitar las distintas bodegas, descubrir el vino de altura en combinación con una destacada gastronomía, artesanías tradicionales, alojamientos temáticos y diferentes programas relacionados al enoturismo.

A unas tres horas de Cafayate se encuentra otro de los museos que recomendamos visitar, el de la bodega Colomé, impactante.

Esta bodega es la más alta del mundo, se emplaza a 2.300 metros de altura y posee viñas plantadas a 3.111 metros, también las de mayor altitud del planeta. Elabora vinos de alta gama y en sus inmediaciones se emplaza su museo de ilusión óptica, James Turrel Museum, un magnífico recinto destinado al arte, en particular al que tiene relación con la luz y el espacio.

Para llegar a Colomé, hay que recorrer un centenar de kilómetros hasta Molinos y de allí desviarse hacia la cordillera, otros 25 kilómetros. Todo el trayecto es de tierra pero en muy buen estado.

En esta bodega se producen vinos hace 180 años, la más antigua del país. Por ello, el año pasado, su titular, Donald Hess, envasó un vino en honor a su nuevo aniversario, que bautizó “180 años”. Compró la bodega en el año 2001, a Raúl Dávalos, y a partir de allí modernizó todas sus instalaciones, plantó 154 hectáreas con nuevos viñedos y envasó sus primeros vinos en el 2004. En el interior del predio de la bodega está la población de Colomé, con unos 400 habitantes, la mayoría de los cuales trabaja en el emprendimiento.

“En Colomé hay un antes y un después de Hess”, aseguró el sommelier Pedro Aquino, un lugareño experto en vinos que oficia de guía en las excursiones turísticas a la bodega. Dijo que la vida en el pueblo mejoró muchísimo, hay trabajo pero también ingresos, se prioriza la salud y la educación de los nenes, incluso se organizan diversos cursos y talleres donde periódicamente se enseñan las artes de telar, el reciclaje y otros. Su esposa trabaja en la fundación que asiste a los niños y adolescentes del pueblo.

La bodega ofrece visitas guiadas, degustaciones y almuerzos. También tiene una residencia con alojamientos. Alrededor de los edificios están los viñedos y uno de ellos, con 23 cepas distintas que puede ser visitado.

Las tres variedades de vinos que se ofrecen en vinotecas y restaurantes son el Torrontés, el Malbec State y el Malbec Reserva. No obstante, en la bodega se pueden probar los lotes especiales, “Single Vineyard” con cepas Tannat, Bonarda y Syrah, entre otras. En la Patagonia los vinos de Colomé son distribuidos por Patagonia Vinos, con sede en Bariloche.

Si bien la bodega es fantástica por donde se la mire, también lo es el museo aledaño. Tiene 1.700 metros cuadrados cubiertos y allí hay nueve salas donde se exhiben obras artísticas que se reproducen en un juego excepcional de luces y espacios. Es un lugar donde se puede “ver el infinito”. Las visitas guiadas tienen varios requisitos, entre ellos no llevar mochilas ni bolsos, no sacar fotos y sacarse los zapatos. Todas las obras son del artista James Turrell y fue inaugurado en abril del 2009.

Las piezas de arte recorren cinco décadas de su carrera como en un túnel de tiempo y consisten en la percepción y el efecto de la luz en distintos colores. Varias salas están en penumbras pero también hay una al aire libre, que permite ver la luz al atardecer y/o amanecer. Un espectáculo inolvidable.

Después de visitar la bodega y el museo queda claro que ambos constituyen la gran pasión de Hess. No en vano este empresario tiene bodegas en los cinco continentes y varios museos y galerías de arte.

De vuelta a la ciudad capital, ubicado en pleno centro,  se puede visitar el Museo de Alta Montaña,  donde se exhiben las momias del cerro Llullaillaco, encontradas en perfecto estado de conservación a más de 6.000 metros de altura.

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