La Patagonia es admirada en el mundo entero por su belleza forestal, sus actividades al aire libre y sus inmensas extensiones de agua dulce, la que se ve en lagos, ríos y arroyos y la que no, en manantiales subterráneos. Estos últimos tienen en Bariloche una historia maravillosa, ligada a la riqueza de estas tierras.
Su descubrimiento se remonta a poco más de 30 años, cuando Carlos Ferrer, recién recibido de médico en Mendoza, se instala en Bariloche buscando adquirir tierras para la cría de animales. La condición era que la parcela debía tener algo de agua, no más que para facilitar el trabajo, y la consiguió: una pequeña finca con algunos arroyos en las afueras de lo que hoy es el centro de la ciudad.
Corría el año 1979. La Bariloche despoblada de aquellos años dejaba al descubierto la imponente estepa. Carlos criaba sus animales, con la única ambición de que su vida fuese placentera junto a su familia, alejados de las grandes ciudades. “La granja llegó a ser inmensa y siempre tomábamos agua de los arroyos, porque era rica”, recordó Marcelo, hijo de Carlos, quien lleva adelante actualmente el emprendimiento que tiene al agua como el más preciado de los tesoros subterráneos.
“Un día llegó a la granja el reconocido ingeniero químico Raúl Ortiz, amigo de mi padre. Vio que bebíamos de esas aguas y por seguridad, le propuso analizarla. Mi padre no desconfiaba pero decidió hacerlo”, relató Marcelo, ingeniero en electrónica y electricidad.
Unas dos semanas más tarde llegaban de Regina los análisis con la leyenda: agua natural de manantial, sin sodio. “Ortiz insistió en que la envasáramos y así emprender un negocio. Llevó su tiempo pero de a poco comenzamos a incursionar”, repasó el ingeniero.
Marcelo tenía apenas 15 o 16 años, junto a su familia recolectaba las botellitas de Sindor en un predio lindero al vertedero. Su madre las lavaba a mano, una por una, su hermana las llenaba y él les ponía la tapa corona. Se trataba de un proceso artesanal, incluidas las etiquetas. Finalmente su padre y él las repartían. “Nuestro primer cliente fue mi tía, dueña del restaurante Kandahar. Recuerdo cuando le llevé el primer cajón de aguas”, memoró.
La llamaron Alun Co, nombre mapuche cuyo significado es Reflejo de Agua. Hoy la empresa cuenta con unos tres mil clientes y ocho camiones de reparto.
PH neutro
El recorrido en la planta de Alun Co comienza directamente de donde brota el agua del manantial, en un ambiente aislado de los ruidos, rodeado de vegetación. Este, al igual que los manantiales linderos, son relativamente pequeños de lo contrario, explicó el ingeniero, no llegaría a mineralizarse.
Sus aguas se encuentran a unos 400 metros de profundidad, están en continuo movimiento y brotan naturalmente formando arroyos, sin necesidad de bombeo. Su temperatura alcanza los 6 grados, por lo que se denominan atermales y la calidad de minerales que contiene, como el calcio y el magnesio, son excelentes.
Uno de los datos más sobresalientes es que el agua no contiene colonias y su PH es neutro, por lo que no contiene sodio. El agua no solo es ideal para calmar la sed, en gastronomía y coctelería es una de las más demandadas.
Planta envasadora
Antes de ingresar todos deben lavarse las suelas de los zapatos. Manuel y Juan Pablo se encuentran en el sector de producción, envasando la mercadería que se repartirá al otro día. Se completan diariamente 400 bidones de 20 litros, más las botellas con y sin gas para restaurantes y las de exportación. Así es, Australia es uno de los países que ya recibe agua de la Patagonia.
El proceso comienza con el retorno, selección y limpieza de las botellas que llegan de los establecimientos gastronómicos. Las mismas se sumergen en agua con soda caustica -PH 10- por lo que todo lo que es orgánico muere. Después del cepillado, se colocan en la cinta trasportadora y la maquina comienza a llenarlas, a un ritmo de 2500 botellas por hora.
En otro sector se envasa agua en Bag in Box. Este producto fue presentado recientemente en la Expo Puro Vino y Bariloche a la Carta. Luego de su glorioso lanzamiento en el país para vinos de alta gama, llegó el turno de jugos y por qué no, aguas. “Realizamos varias pruebas con las bolsas para asegurarnos de que las mismas no transmiten sabores. Son bastante menos contaminantes que una botella de plástico. Si las abollamos caben en un puño y almacenan unos 20 litros”, evaluó Marcelo.
En armonía con el medio ambiente
En AlunCo todo está pensado en función del cuidado del medioambiente. “Somos conscientes de lo importante que es esto para preservar los manantiales y humedales. La tierra, así lo entiende mí familia, es un préstamo de nuestros hijos y nietos, ¿cómo se la vamos a devolver si no la cuidamos?”, reflexionó Ferrer.
Marcelo y su equipo visitan escuelas y universidades para brindar charlas sobre aguas, medio ambiente y emprendimientos. “Cualquiera que lleve adelante un emprendimiento debe hacerlo a consciencia. Yo fui emprendedor, lavábamos cientos de botellas a mano, la gente se ve reflejada por lo que es más fácil transmitir conocimientos, instrucciones de vida e inculcar valores. Siempre hemos reclamado el apoyo del gobierno para trabajar sobre la basura, el consumo y el reciclaje”, destacó.
AlunCo, algo más que aguas
Experimentar con su producto en otros campos es casi una condición para un ingeniero. Hace unos cuatro años lanzaron los talleres de horticultura, uno por estación y gratuitos, con el objetivo de que la gente que asiste sea “multiplicadora de la propuesta”. Se trabaja con compost, lombricompuestos e intercambio de semillas.
Recientemente Marcelo adelantó que comenzarán a trabajar en lo que el japonés Masaru Emoto llamó armonización de las aguas. “Este autor japonés afirmaba que las palabras, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua influyen de manera positiva o negativa sobre la misma”, explicó el ingeniero. “Sabemos que nuestros cuerpos contienen un 70% de agua y cuando nos tratan bien o mal, así nos sentimos. Incluso hay espacios tan negativos que el aire se corta con tijera, otros se perciben acogedores y es el agua la que transmite justamente esos sentimientos”, explicó. “Vamos a trabajar con equipos de música en diversos sectores del predio”, concluyó.
Su título de ingeniero permite a Marcelo no solo resolver en la fábrica los problemas cotidianos sino que varias de las maquinas con las que se completa el trabajo fueron de ingeniería propia. Su familia aún colabora con determinados detalles pero él lleva a delante la dirigencia.
Pese al acelerado crecimiento de la ciudad el manantial se mantiene intacto sin embargo, no deja de ser una preocupación para Marcelo y su familia el futuro de las aguas sin la concientización social sobre los cuidados del medio ambiente, el manejo de los recursos y la basura.