Miguel Brascó, considerado una “celebridad” en el mundo de la gastronomía y los vinos, visitó Bariloche para ofrecer una animada charla y promocionar los vinos neuquinos. También repasó algunos aspectos de su trayectoria y opinó sobre los tintos y blancos argentinos, que lograron ser declarados “bebida nacional”.
La cava Pura Cepa, del restaurante Don Molina, fue el ámbito elegido por la Bodega del Fin del Mundo para presentar a Brascó, ante un nutrido grupo de clientes, periodistas y amantes del vino. El “maestro” deleitó a los presentes con su buen humor y un conocimiento ilimitado en materia de vinos y comidas, que fueron acompañados por la degustación del Special Blend de la bodega neuquina.
La reunión tuvo lugar días previos a declararse el vino como la “bebida nacional” de Argentina, mediante decreto presidencial. Brascó ponderó la iniciativa y dijo que es “un reconocimiento a un producto muy popular y que además tiene el respaldo de una importante industria”. Dijo que Argentina se ubica en el quinto lugar en lo que respecta a países productores y consumidores de vinos, “muy importante en el mundo”.
El hecho de que el vino logre la “bendición presidencial” (el decreto se firmará el 24 de noviembre de 2010) es el resultado de las gestiones realizadas por Fondo Vitivinícola de Mendoza y de la Corporación Vitivinícola Argentina, ante el ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Por ello, el decreto destaca que “el vino es un elemento básico de la identidad argentina” y que “es un producto alimenticio de consumo masivo que, por sus cualidades nutricionales comprobadas, integra la canasta básica familiar de diferentes grupos sociales, culturales y económicos del país.”
Brascó recordó que Argentina es el segundo productor de vinos en el “Nuevo Mundo”, como se llama a los mercados fuera de Europa. Entre ellos Estados Unidos ocupa el primer puesto, con 20,60 millones de hectolitros, seguido por Argentina (13,9), Australia (11,7), Sudáfrica (9,90) y Chile (8,8), según cifras de 2008 de la Organización Internacional de la Viña y el Vino.
La industria vitivinícola ha cobrado fuerte impulso a partir de los años 90 y hoy Argentina orilla las 250 bodegas, la mayoría en Mendoza y San Juan y Salta, donde también se desarrolló el turismo del vino, que permite hospedarse recorrer diferentes plantas productoras.
También explicó que el 97 por ciento del vino que se elabora en Argentina es de bajo costo y que en el mercado se pueden conseguir excelentes vinos, de pequeñas bodegas, con muy buena relación precio calidad.
Fiel exponente de la cultura “bon vivant” que impera en numerosos argentinos, Miguel pregona que en la vida hay que “pasarla bien y tener salud”. No en vano, escribió un libro sobre ello: “Pasarla bien”. Es periodista, poeta, escritor, abogado, dibujante, humorista y experto en vinos y gastronomía… En resumen, una persona que incursionó en varios ámbitos y demostró diferentes talentos.
“¿Que te faltó hacer en la vida?”, le preguntó Visión Gourmet”
“Ser mas criterioso y tener más tiempo libre para mí”, respondió, reconociendo que siempre fue un obsesionado por el trabajo y los compromisos, profesionales y sociales.
Hoy, con 84 años, reitera una frase de Alfonso Reyes: “¿Que estás haciendo?: estoy viviendo”. Pero agrega: “con tiempo para pensar y estar tranquilo”.
Brascó, quien vivió su niñez en la sureña Patagonia, guarda buenos recuerdos de Bariloche, donde conoció a “la mujer más importante” de su vida. Y tuvo muchas, siempre jóvenes… El encuentro fue “impactante”, ya que ella se lo llevó puesto en las pistas de esquí del cerro Catedral. Después del choque se hicieron amigos y fueron marido y mujer, explicó en la cava de Don Molina. Ambos fundaron la revista Cuisine&Vins y Expo Gourmandise, dos hitos en la gastronomía argentina. No obstante un prematuro fallecimiento de Lucila Goto, de cáncer a los 40 años, significó un golpe tremendo para Miguel, que logró superar con el budismo zen.
Brascó continua siendo un vividor y observador satírico de la paquetería criolla. Filoso con la crítica y defensor de sus convicciones, reiteró que la película “Mondovino” le parece “una farsa mal intencionada”. “No me gusta, critica en forma injusta a un hombre como Michel Rolland, que mucho hizo por los vinos”, afirmó.
También explicó que en su momento dijo que “el merlot y el torrontés son vinos para los gay”, lo que no fue expresado en forma peyorativa hacia los homosexuales, sino como una manera de definir al tipo de vino. “Si los sommelier dicen que un vino tiene sabor a pis de gato, y está aceptado, yo puedo decir que el torrontés es un vino para los gay”, disparó. También criticó la cerveza industrial que se elabora en Argentina, la que a su criterio no tiene gusto definido.
Ponderó el tannat salteño y en menor medida al de Uruguay, donde se lo adoptó como la cepa nacional. También dijo que le encanta el merlot de Chile, donde el vino nacional es el carmenere. Afirmó que esto es obra de los “amperógrafos” que de manera caprichosa determinaron que cepaje es auténtico en cada lugar.
Ante una consulta de los presentes respondió que la Patagonia “produce muy buenos vinos propios de la zona fría”. Ponderó los pinot noir y también el merlot y chardonnay. Explicó que tienen la característica de no necesitar de altitud para lograr una buena amplitud térmica (que logran los vinos de Mendoza, San Juan y Salta) y tampoco tienen la influencia marítima, propia de los vinos chilenos. La Patagonia es una gran región y tiene un futuro muy importante, en gastronomía, vinos y también en otros aspectos.
Hay una tendencia de elaborar vinos en lugares exóticos. ¿Se pueden cultivar vides en cualquier parte?
– “Argentina tiene lugares con microclimas que permiten hacer vinos. La tecnología moderna también permite elaborar vinos en lugares más complejos naturalmente. No obstante, en mi opinión, hay suficiente espacio en los lugres tradicionales de la vitivinicultura, no hace falta elaborar vinos en lugares poco apropiados.
¿Donde le gusta comer en Buenos Aires?
– “Tengo 10 restaurantes a los que voy frecuentemente y también tengo mi plato preferido en cada uno de ellos. Siempre pido lo mismo para comer. No obstante, cuando estoy trabajando elijo lugares nuevos y pruebo platos diferentes, las especialidades de cada lugar”.
La charla termino. Brascó debía cumplir con otra cita en su ajetreado paso por Bariloche, una cena en el exclusivo hotel El Casco, con vinos de Fin del Mundo. Al día siguiente voló a Buenos Aires, buscando un poco de tiempo libre, para dedicárselo a él.