La cerveza que elaboran Alejandra y Fernando Moretti, junto a su hijo Juan Cruz, constituye el fruto de un trabajo familiar, que tiene su emprendimiento en Villa Los coihues, un pintoresco barrio emplazado debajo del cerro San Martín, en inmediaciones del lago Gutiérrez. Elaboran seis tipos de cerveza que envasan en botellitas de 355 cc, litro y también en tanques.
Alejandra y Fernando están juntos hace ya 25 años y tienen hijos grandes, siendo el menor el que participa del emprendimiento familiar, situado en la calle Parque Nacional Los Alerces al 1200.
“Llegamos acá hace casi 20 años, cuando no había nada, ni gas, ni electricidad”, recuerdan. Levantaron su casita y para llegar al colectivo tenían que caminar varias cuadras. Trabajaban como artesanos y Fernando recuerda que confeccionó trabajos en madera, cerámica, hierro. “Siempre me gustó aprender a confeccionar diferentes cosas y trabajar con distintos tipos de materiales”, recordó.
Con el tiempo, frente a su casa, abrieron una pequeña despensa y luego nació la panadería. “No lográbamos que nadie nos provea de pan, pues estábamos lejos y asimismo no podíamos comprar mucho. Por consiguiente, armamos nuestra panadería”, explicó Alejandra.
Con el tiempo la pareja comprobó que lo que más pedía la gente en el almacén era cerveza y se interiorizó en cómo elaborarla. “Comencé como muchos, con una pequeña olla de 20 litros”, recordó Fernando. Corría el mes de diciembre de 2011 y la región estaba cubierta de cenizas provenientes del volcán Puyehue. “Mis amigos y clientes comenzaron a probarla y les gustó, así que siempre pedían que haga más”, comentó.
La primera cerveza que cocinó fue una Bitter, amarga y con bastante lúpulo. “Recuerdo que no la tuve que tirar, salió bastante bien y nos la tomamos toda”, afirma orgulloso. Luego cocinó una Porter y una Munich. También elaboró una Golden, la roja Rad Ale y la Stout.
Actualmente envasan seis variedades. La Munich Ale, de color dorado pálido, típico de las cervezas artesanales sin filtrar, con una espuma blanca y cremosa. Es de cuerpo firme y refrescante con aroma fresco a malta y lúpulo Hallertauer importado de Alemania. La Ale Dorada, de alta fermentación, color dorado pálido, es típica de las cervezas artesanales sin filtrar, con una espuma blanca y cremosa. Es de cuerpo firme y refrescante con aroma fresco a malta y lúpulo Fuggles importado de Inglaterra. También la Red Ale es de alta fermentación, original de Irlanda. De color rojizo con aroma fresco a lúpulo y sabor a malta acaramelado suave, de cuerpo firme y refrescante.
También elaboran la Bitter, cerveza de estilo inglés, con una importante cantidad de lúpulo. Esta cerveza balancea la dulzura de la malta con el amargor del lúpulo. Tiene una inquietante complejidad de sabores, de cuerpo firme y seco con pronunciado aroma y sabor del lúpulo Fuggles importado de Inglaterra. Las dos negras son la Porter y la Stout. La primera, un clásico estilo inglés, suave, cremosa y seca. Es de color negro intenso, notas frutadas y leve ahumado con un final de trazas de café y chocolate. La Stout es una cerveza de color negro muy intenso. Sabor a malta y fuertemente lupulada. Cremosa de espuma blanca y sabor seco. Fue su producto premiado.
Además de los seis estilos tradicionales en verano también produjo una cerveza con trigo. En un futuro evaluarán si hace alguna cerveza saborizada, pero reconocen que son un producto diferente.
A fines del 2012, en el marco de la Beer Art local, presentaron sus cervezas IPA y Stout al concurso para cerveceros locales, con la intención de que sean evaluadas. Y obtuvieron una medalla de bronce por su Stout. “Mi principal objetivo fue tener una evaluación de las cervezas a cargo de expertos, para escuchar su devolución y ver qué cosas podía mejorar en la elaboración”, explicó. Y las aplicó. En el 2013 obtuvo la medalla de oro, por la misma variedad.
Las etiquetas en las botellas tienen una fotografía de la laguna Toncek, aledaña al refugio Emilio Frey, con fondo de las agujas Lechuza, Molar, Monge y Vecinal. Fernando explicó que en mayo del 2011 subió para conocer el refugio, un día feriado, con su hijo menor. Llegamos por la tarde, la laguna estaba semicongelada y tomé la foto, que nos gustó mucho y constituye la base del logo de la marca. El nombre, ‘Cordillerana’, lo puso mi esposa”, explicó Fernando.
Es autodidacta. Asegura que no tomo cursos para elaborar cerveza pero si participó en cursos para cerveceros. “En particular asisto a los que se dictan en la UNC, para analizar y reproducir levaduras”, afirmó. “Yo conocía algo sobre levaduras utilizadas en la panificación y me enganche con los cursos que dicta Diego Libking”, dijo. También participó en un curso de evaluación sensorial de cervezas, que evaluó muy positivo, pues permite detectar errores cometidos en la elaboración.
Su planta de producción, por cierto pequeña, cuenta con un laboratorio, salón de cocción, sala de fermentación y depósito de maltas y otros productos, donde también tienen la máquina para moler los granos. Todo luce ordenado y limpio, una planta modelo.
Trabaja con levaduras importadas y destaca la pureza del agua local, que proviene de vertiente. Las levaduras las reproduce en el banco de la universidad del Comahue, donde están las principales cervecerías de la ciudad.
Envasa sus productos en botellas de 355 cc y de litro. Estas últimas son en su inmensa mayoría para los clientes del barrio, que llegan con el envase para el recambio. Los tanques son consumidos en cervecerías y las botellitas se venden principalmente en el Mercado Comunitario de Bariloche. La capacidad de la planta permite elaborar hasta 600 litros por mes. Cocinan con 100 litros y el fermentador es de 150. “Por ahora la demanda supera nuestra producción”, reconoció.
En Semana Santa del año pasado, durante la Fiesta Nacional de Chocolate, tuvieron un stand en la feria artesanal de la calle Mai, donde vendieron toda su producción. “Ello fue un incentivo muy importante, ya que a la gente le gusto nuestra cerveza y también nos permitió juntar unos pesos para comprar nuevos insumos y mejorar el emprendimiento”, explicó Alejandra.
Al principio del 2015 año consiguieron la habilitación municipal, un trámite que la mayoría de los cerveceros reconocen como el paso más difícil del proceso fabril. El próximo paso será tramitar la habilitación del tránsito federal de la cerveza, para que pueda venderse fuera de la ciudad. Reconoció que aún no tienen capacidad para vender afuera, pero que los papeles suelen tardar tanto que es conveniente empezar los trámites con tiempo.